Por: Tatiana Pardo Ibarra Twitter: @Tatipardo2
En julio de 2018, Colombia se convirtió en el primer país de América Latina en unirse a la Iniciativa Cacao, Bosques y Paz, una alianza entre el sector público y privado que tiene como principales objetivos la protección y restauración de los bosques naturales del país, la producción sostenible y mejorar la calidad de vida de los agricultores, especialmente aquellos que viven en las zonas priorizadas para la implementación del Acuerdo de Paz, firmado entre el Gobierno Nacional y el grupo guerrillero de las FARC.
La alianza cuenta con la participación no solo del Gobierno, sino de Fedecacao, Casa Luker, el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y la Iniciativa de Comercio Sostenible (IDH), en donde se comprometen, entre varias cosas, a emprender todos los esfuerzos que sean necesarios para producir cacao de alta calidad sin deforestación. En total 5 regiones fueron seleccionadas para poner a andar los diversos compromisos: Sur de Bolívar, Alto Córdoba, Bajo Cauca antioqueño, Nariño y el Piedemonte amazónico.
La directora de la Cocoa, Forest & Peace Initiative Coalition for deforestation y ex asesora del Alto Consejero para el Posconflicto, Wendy Arenas Wightman, conversó sobre las oportunidades y desafíos que vienen en los próximos años.
¿En qué medida el cacao puede ser una alternativa productiva para las zonas rurales más afectadas por cultivos de uso ilícito en Colombia?
Antes de la firma del Acuerdo de Paz, cuando se empezaron a identificar cuáles podrían ser los cultivos o las líneas productivas que posiblemente nos ayudarían a estabilizar los territorios más impactados por la violencia, frenar la deforestación, cerrar la frontera agropecuaria, hacer un uso adecuado del suelo y proteger los ecosistemas estratégicos del país, el cacao emergió como una alternativa muy interesante. Todo eso teniendo en cuenta la zonificación ambiental que se determinó en el punto 1 del Acuerdo.
Sale a flote por tres razones muy sencillas: porque en todos los municipios PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial) hay cacao, pues es un cultivo absolutamente familiar y es considerado como parte esencial del flujo de caja, aunque no sea el principal ingreso. Segundo, porque tiene una demanda nacional muy importante (prácticamente todo es para consumo interno) y, finalmente, porque en arreglos agroforestales tiene el atributo de ayudar a recuperar y restaurar las áreas que han sido degradadas por otras actividades, como los cultivos de uso ilícito o la potrerización. De esta manera el cacao nos ayuda a recuperar la vocación forestal.
Luego de casi tres años de firmado el Acuerdo cero-deforestación, ¿cómo se ha dado la implementación?
Se ha dado en cinco etapas:
- Lo primero es entender que Colombia tiene distintas regiones agroclimáticas, ecosistémicas y culturales. En la medida en que las identifiquemos sabremos cuáles son los modelos productivos en arreglos forestales más adecuados para cada sitio en particular.
- Una vez definidos esos modelos, ¿a quién se lo vamos a vender y cuáles son esos instrumentos financieros que van a estimular a que Colombia se mueva hacia una cultura cacaotera más sostenible? Debemos identificar aquellos que respondan a la nueva realidad económica y rural del país y a las condiciones climáticas y ambientales.
Aquí no solo se tienen en cuenta los créditos tradicionales dentro del sector rural, sino también pagos por servicios ambientales y acuerdos de conservación.
- Todo esto suena muy divino pero el tema más crítico es identificar quién le va a hacer monitoreo y trazabilidad a la cadena de cacao. Debemos entender que el monitoreo tiene que ver con la transparencia y ocurre en una escala de paisaje (más amplia) para ver cómo se comportan nuestros bosques en las áreas donde tenemos el cacao sembrado. La trazabilidad, en cambio, es para garantizar una confiabilidad a los mercados de que el cacao que Colombia está produciendo efectivamente viene de zonas que no se están deforestando y cumplen con la promesa de valor agregado que se les está ofreciendo (es una escala más pequeña, de finca o vereda, por ejemplo).
- La cuarta etapa consiste en transformar toda la institucionalidad cacaotera hacia un cacao sostenible cero-deforestación. Eso implica trabajar con otros actores que nunca han estado involucrados e incorporar ahí la dimensión de bosque como una variable importante.
- Por último: darnos a conocer. Colombia exporta el 0.6 % de su cacao; es decir, no exportamos. Somos absolutamente inexistentes en el mercado global. Aunque somos reconocidos como el sexto productor de cacao en el mundo, todo se consume internamente.
Entonces, si vamos a estimular nuevas áreas de cacao con unos atributos ambientales diferenciadores y con un componente supremamente atractivo que es la paz, pues de alguna manera nos tenemos que dar a conocer en el mercado internacional.
¿Cómo garantizar la efectividad del cultivo como instrumento de construcción de paz si la rentabilidad del mismo también depende de la calidad, la productividad y la seguridad en la zona?
Es un tema muy difícil porque nadie te lo va a garantizar. Tenemos que empezar a promover mejores prácticas de pos cosecha porque lo primero que el mercado va a pedir es la calidad del grano, por encima de cerrar la frontera agropecuaria. Tenemos una ventaja competitiva y es que el cacao que se cultiva en Colombia es 100 % fino y de aroma, y eso ya nos pone en un nicho de mercado que nos garantiza la entrada de unos ingresos mayores.
Los modelos productivos deben tener un alto componente de asistencia técnica, un acompañamiento de largo plazo y cambiar un poco el enfoque tradicional que se centra en la producción y no en la comercialización. Si no garantizas el comprador de nada te sirve hacer un ejercicio al inicio de la cadena.
¿Para usted cuál es el principal desafío de la trazabilidad?
Los intermediarios. El cacao depende mucho de los intermediarios y hacerle seguimiento a cada uno de ellos para determinar de dónde viene el grano es muy complejo. Nos enfrentamos a un tema que no hemos abordado, o muy tímidamente. Casa Luker o la Compañía Nacional de Chocolates, por ejemplo, todavía compran el 80 % de su cacao a unos intermediarios, y estos a su vez a varios productores que no necesariamente están en un esquema confiable.
Aquí tenemos que hacer unas reflexiones sobre qué es lo que estamos monitoreando. ¿Lo más importante es el paisaje o la finca pequeña? Porque al productor le importa que le reconozcan que está haciendo una buena práctica (no tumbar el bosque) para que a él le llegue un incentivo económico; al Estado le interesa saber que el productor está recibiendo un precio justo a partir de lo que está invirtiendo, pero además tiene una visión más macro desde los compromisos nacionales y globales que tiene; mientras que el mercado es el que garantiza si le quiere o no pagar ese incentivo al productor.
La pregunta es: ¿Hasta qué nivel de confiabilidad usted está dispuesto a pagar?, ¿hasta el 100 % adicional del precio común para tener la absoluta certeza de que no está generando deforestación?
¿Cuáles son esos instrumentos financieros que incluyen condiciones y criterios específicos para incentivar una producción de cacao cero-deforestación (que integre el manejo, la conversación y la restauración del bosque)?
Estamos en eso. Lo primero es identificar las barreras que tienen los agricultores para acceder a los instrumentos financieros y cómo les vamos a incorporar un tema de monitoreo. En general, cuando accedes a un crédito, el monitoreo se inclina hacia si efectivamente la plata se está usando o no en lo que dijiste que la usarías, más no en el componente ambiental que hay detrás. En otras palabras, si tú pediste un crédito para comprar una motosierra, pues lo que importa es que efectivamente la hayas comprado y no si la usaste para tumbar un bosque. Es crucial empezar a incorporar esa dimensión, incluso con mapas detallados.
Uno de los temas más importantes al inicio era garantizar todo el proceso de ordenamiento territorial antes de definir cuáles eran las líneas de desarrollo productivo porque sin eso es muy probable que demos incentivos económicos que después van a terminar en conflictos dado que ahí no se puede hacer X o Y actividad.
Y sin catastro multipropósito…
Completamente, pero el país tiene que pensar de una manera que nos permita generar un desarrollo sin quedar atrapados en los cuellos de botella. Resolver el tema del catastro nos puede llevar perfectamente 20 años y no podemos darnos el lujo de parar las actividades durante dos décadas. Entonces la pregunta es cómo vamos a resolver la seguridad jurídica porque nadie va a hacer una inversión con alto riesgo.
Hagamos un piloto de cómo involucrar a la banca con unos créditos financieros que, como mínimo, cumplan con la zonificación ambiental, y ya después se miran otros atributos. Obviamente estos deben tener una rentabilidad propia para que los agricultores puedan cumplir con las obligaciones crediticias que se adquieran.
Ahora que mencionaba lo de pago por servicios ambientales, puede llegar a ser perversa la idea de que la conservación solo se logre a partir de incentivos económicos sin lograr generar una conciencia ambiental de raíz a largo plazo…
Coincido totalmente. Soy escéptica de la política de pago por servicios ambientales en ese sentido. Es maravillosa si se logra entender que si no conservamos no vamos a tener absolutamente nada: ni agua, ni la polinización, ni la diversidad, ni la capacidad de resiliencia. Nada. Lo crucial es entender la importancia de la conservación, más allá de que me paguen o no por eso.
Ahora, si me pagan, pues es fantástico. Pero si se condicionan las buenas prácticas solamente porque el mercado me lo está estimulando, el día en que ese mercado no lo haga más se corre el riesgo de que la buena práctica desaparezca por completo porque solo estaba pensada desde el incentivo económico.
Caco y deforestación en la Amazonía colombiana
A finales del 2020, la Alianza por los Bosques Tropicales (TFA, en inglés) y la organización Alisos publicaron un informe que aborda la relación entre bosques y cacao en términos de deforestación y restauración en la Amazonía de Brasil, Colombia y Perú. Al comparar las tres regiones, las diferencias fueron significativas.
Colombia, para el año 2018 apenas reportó 8.282 hectáreas (ha) sembradas de cacao, mientras que Perú reportó 177.605 ha en el año 2019 y Brasil 151.885 ha en el mismo año. Es decir, la presencia de cultivos de cacao en las regiones amazónicas de Perú y Brasil es 20 veces mayor a la de Colombia.
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Al analizar el traslape entre las áreas protegidas y las áreas sembradas de cacao en los municipios de los departamentos amazónicos de Colombia, se evidenció que existen áreas protegidas muy significativas, tanto parques naturales como resguardos indígenas. “Se observa que las áreas sembradas de cultivo de cacao se están expandiendo, por lo tanto, dependiendo de la figura de conservación y sus restricciones de uso, puede representar alteraciones en el ecosistema o ser una importante oportunidad de transitar a proyectos productivos con potencial de restauración”, señalan los autores.